lunes, 5 de diciembre de 2011

UNA EXTRAÑA MANCHA DE TINTA

En los últimos instantes de su vida, mientras escribía una tras otra cartas en las que pretendía volcar ese corazón que tan pronto se pararía para despedirse de sus seres queridos, se sorprendió al darse cuenta de que todo cuanto había manuscrito desde que podía recordar, lo había trasladado al papel con aquella pluma que ahora tenía en sus manos, la misma que le regalara su padre cuando obtuvo el título de bachiller continuando la tradición que comenzó su abuelo y que sin embargo él tendría ahora que dejar en herencia a algún cajón de esos en los que descansa el olvido.

Había sido su pluma testigo muda de sus apresurados apuntes y sus no menos estresantes exámenes en la universidad, de sus cartas de amor ilusionantes y de las de desamor desilusionadas, de los artículos con los que se ganaba la vida y de los cuentos con los que se ganaba la felicidad, de sus críticas, de sus diarios, de sus innumerables Moleskines, de lo público y lo privado y hasta de las listas de la compra que luego no consultaba por pudor y de las recetas que no seguía por indisciplina. Y ahora, en este momento final en el que ambos se sabían dibujando esos trazos tan familiares sobre el papel por última vez, cayó en la cuenta el escritor de que su acostumbradamente anónima compañera había cometido la que probablemente era la primera falta de su larga vida de servicio, la primera mancha que dejaba tanto en su expediente como sobre el papel, ambos hasta entonces tan inmaculados. Quitó la mancha y limpió la pluma con la delicadeza, la paciencia y el cariño no exentos de resignación con que las parejas ancianas se atienden sus mutuos achaques tras toda una vida de compartir alegrías, tristezas y tantas otras cosas, aunque ensimismado como estaba en las últimas líneas de esa especie de testamento vital que eran sus últimas cartas, no notó que el color de la mancha era ligeramente más claro que el del texto, como tampoco percibió, como por otra parte habría sido difícil hacerlo, que en realidad la mancha tenia un regusto anormalmente salado.

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