martes, 12 de enero de 2010

Narraciones completas, Alexander S. Pushkin

Es imposible enfrentarse a un libro de Pushkin sin una cierta emoción, leer a alguien capaz de decir en 1822 algo como "¿que podría decir de nuestros escritores, que, considerando una vulgaridad expresar con sencillez las cosas más simples, pretenden animar una prosa infantil con muchas palabras y blandas metáforas? Nunca dicen "amistad" sin añadir "ese sagrado sentimiento cuya noble llama etc. ¿Suponen acaso que suena mejor por ser más largo? La precisión y la brevedad son las cualidades más importantes de la prosa. Exigen ideas y más ideas", no puede ser otra cosa que un acontecimiento. Si es infrecuente disfrutar de la contemplación de un hito fundacional de un estilo literario, hacerlo de uno de todo un lenguaje, del genuino antecedente de una de las etapas más brillantes de la literatura universal es, como dije, todo un acontecimiento.
Pushkin, en su prosa, hace gala de una técnica narrativa cristalina, de un lenguaje tan preciso en general como afilado en ocasiones. Su romanticismo, nada engolado y trufado de momentos de sutil ironía y ácido sentido del humor, junto con su nada desdeñable erudición y su extraordinario valor documental de la época, hacen de esta recopilación de relatos y fragmentos una verdadera joya para cualquier librería. Cuentos canónicos como "La nevasca", "La hija del capitán" o "La dama de pique", junto con otros como los cuentos de Belkin o esos fragmentos que provocan una cierta frustración junto con una terrible sed de más, hacen de este volumen un libro del que disfrutar aun incluso aislándose de todas las circunstancias antes descritas, porque todos estos textos leídos únicamente como los magníficos cuentos que son, ya es por sí misma toda una experiencia.